ATS pro Terra Sancta | Make a legacy to the Franciscan friars in the Holy Land
Las naciones caminarán a la luz de ella,
y los reyes de la tierra traerán a ella sus riquezas y su honra.
Sus puertas jamás serán cerradas de día,
y en ella no habrá noche.
Ap 21,24-26
Entra en la historia de Tierra Santa

Vivir por siempre en Tierra Santa

Desprendernos de nuestro propio dinero para dárselo al pobre es un acto que nos lleva a las raíces mismas de la vida humana. Dicho acto supone aceptar la forma de vida de Cristo “que, siendo rico, se hizo pobre por nosotros, a fin de enriquecernos con su pobreza.” (2Cor 8,9). El apóstol Pablo da contribuciones al pobre en forma de gracia, con el ánimo de compartir y dar un amor cuya generosidad y gracia del Señor pueda ser vista en acción (Rom 15,25-27). El estrecho vínculo entre Dios y la Ciudad Santa fue expresado repetidamente en el Antiguo Testamento. La Jerusalén terrenal, madre de todos los pueblos, siempre ha estado unida a la Jerusalén celestial. De hecho, el Patriarca Jacob vio unas escaleras conectando las dos ciudades y “… los ángeles de Dios subiendo y bajando por ella” (Gen 28,12). Cuando se afirma que “…Dios no entrará en la Jerusalén celestial antes de entrar en la Jerusalén terrenal” (Talmud, Taanit 5a), la tradición reconoce que todo en la Ciudad Santa tiene su equivalente en la Jerusalén celestial.

Una tradición centenaria

Hacer un legado a favor de los frailes franciscanos de Tierra Santa significa formar parte de una tradición de siglos de antigüedad. El encanto de esta tierra y el deseo de verla uno mismo han llevado a muchos, desde los primeros siglos de la era cristiana, a hacer frente a todo tipo de obstáculos y peligros con el fin de ser capaz de caminar y tocar los lugares que fueron testigos del nacimiento, muerte y resurrección del Hijo de Dios. Y hay numerosos relatos que hacen referencia a los peregrinos que enviaron sus propias donaciones personales para ayudar a los santuarios y Lugares Santos, con el fin de satisfacer las necesidades de los más pobres, así como el de mantener un vínculo con Jerusalén. De esta manera, la unidad con nuestros hermanos en Cristo en Tierra Santa, siguiendo el ejemplo de San Pablo, se ha llevado a cabo desde el principio con verdaderos actos de caridad, hechos durante la vida o después de la muerte.

Gran parte de la tierra en la que hoy en día hay santuarios, proviene de donaciones de los peregrinos que han decidido destinar parte de su herencia a esta bendita tierra. La gente sencilla daba comida y animales: camellos, burros, caballos, cerdos, ovejas, aves de corral y palomas. Para un peregrino, donar fue y sigue siendo un gesto de pertenencia a la Iglesia Madre de Tierra Santa. Por eso, todo el mundo da en la medida de sus posibilidades ya que el valor surge de la intención del acto, que es la caridad pura.

Los papas y la conexión con Tierra Santa

Los pontífices romanos, a lo largo de la historia, no sólo han expresado su benevolencia hacia Tierra Santa con limosnas espontáneas, sino que también han luchado con todas sus fuerzas para que tales gestos fueran imitados por toda la Cristiandad. El Papa Urbano IV, un ex delegado papal en Tierra Santa, quiso que todos los clérigos en Francia dejaran una décima parte de sus propiedades a la Iglesia de Palestina. El Papa Benedicto XIV ordenó a todos los predicadores hablar al menos cuatro veces al año a las personas sobre Tierra Santa y a instarles a «recordar los Lugares Santos en su última voluntad y testamento, dejándoles alguna limosna o legado piadoso». Los Papas también concedieron indulgencias plenarias a todos los que en su testamento se acordaron de la Tierra Santa. Más recientemente, los papas que han ido a Tierra Santa en peregrinación – Pablo VI en 1964, Juan Pablo II en 2000, Benedicto XVI en 2009 y Francisco en 2014- han destacado el tema del apoyo de todo el mundo a las comunidades cristianas de Tierra Santa. Durante su homilía en la Plaza del Pesebre, el Papa Benedicto XVI dirigió estas palabras a los cristianos de Belén: «¡No tengáis miedo! Contad con las oraciones y la solidaridad de sus hermanos y hermanas en la Iglesia Universal, y el trabajo, con iniciativas concretas, para consolidar vuestra presencia y ofrecer nuevas posibilidades a aquellos tentados a irse. »

 

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